Rompiendo el silencio
Uno puede preparar un viaje,cuidando los detalles del mismo,pero la realidad se impone con su rotunda tozudez.Por ejemplo,me dispongo a coger el AVE Madrid-Sevilla, con la escusa de ir a oir un concierto en el Teatro de la Maestranza y visitar así la capital andaluza.El mismo día de mi salida,miercoles a las diez horas(para llegar a Sevilla a las doce treinta),cae desde la carretera una poderosa viga que rompe la catenaria de la vía, y se suspende el trayecto para unos dieciseismil usuarios.El viaje, iniciado en Atocha a las diez se convierte en un raro itinerario a Ciudad Real,en un tren normal,pero a marcha ligera, con posterior espera de media hora en la capital manchega con destino a Córdoba y Sevilla donde al final de siete horas llego por fin a la capital hispalense.Parte positiva del viaje:contactos con dos simpáticos jovenes a uno de los que me permito recomendar a una amiga para trabajar en su entidad financiera de la que es un alto cargo.
Al dejar el equipaje en el Hotel, reservado por una esperta conocedora de turismo.Las estrellas del pretendido hotel quedan convertidas en vulgares galones de sargento.
Afortunadamente, pasado el citado miércoles,llega un jueves, que aunque pasado por agua, me permite recordar la belleza de la maravillas sevillana, esta vez gracias a la gentileza del conocido Pedro que recorrió toda la parte de la isla donde se construyó la Expo.Luego, disfruté de una suculenta comida, para poder prepararme para oir el concierto motivo del viaje.
Uno acude al Teatro con la idea preconcebida del Programa(Maurice Ravel,Paul Hindemith) y luego se encuentra con la propina(bis) de la pianista Joanna MacGregor mas suculenta que he podido oir.Se trató de una demostración de virtuosismo muy innovador al conectar diversos géneros entresí(jazz,pop,clásica).Es una solista prodigiosa que ha osado sombinar en un prodigioso arreglo pianístico, la popular música callejera de Nueva York con Bach.
Esta propina del concierto y las consabidas tapas de las ruidosas tabernas sevillanas hicieron posible soportar las carencias de confort en la posada estrellada.Luego,al día siguiente también el AVE aligeró el regreso de sólo dos horas y media.Por último Renfe índemnizó al cien por cien el coste del malogrado viaje.
Hoy reposo en la playa mediterránea donde los veinte grados de temperatura compensan la sensación que me producen las fotos que me envia el hijo moscovita desde Moscú.La vida es así de variada.Ahora,aquí en esta maravillosa playa alicantina puedo volver a andar mis catorce kilómetros diarios recordando,entre tantas cosas, el bullicio sevillano y la osada,pero simpática composición e interpretación de Joanna MacGregor.
Al dejar el equipaje en el Hotel, reservado por una esperta conocedora de turismo.Las estrellas del pretendido hotel quedan convertidas en vulgares galones de sargento.
Afortunadamente, pasado el citado miércoles,llega un jueves, que aunque pasado por agua, me permite recordar la belleza de la maravillas sevillana, esta vez gracias a la gentileza del conocido Pedro que recorrió toda la parte de la isla donde se construyó la Expo.Luego, disfruté de una suculenta comida, para poder prepararme para oir el concierto motivo del viaje.
Uno acude al Teatro con la idea preconcebida del Programa(Maurice Ravel,Paul Hindemith) y luego se encuentra con la propina(bis) de la pianista Joanna MacGregor mas suculenta que he podido oir.Se trató de una demostración de virtuosismo muy innovador al conectar diversos géneros entresí(jazz,pop,clásica).Es una solista prodigiosa que ha osado sombinar en un prodigioso arreglo pianístico, la popular música callejera de Nueva York con Bach.
Esta propina del concierto y las consabidas tapas de las ruidosas tabernas sevillanas hicieron posible soportar las carencias de confort en la posada estrellada.Luego,al día siguiente también el AVE aligeró el regreso de sólo dos horas y media.Por último Renfe índemnizó al cien por cien el coste del malogrado viaje.
Hoy reposo en la playa mediterránea donde los veinte grados de temperatura compensan la sensación que me producen las fotos que me envia el hijo moscovita desde Moscú.La vida es así de variada.Ahora,aquí en esta maravillosa playa alicantina puedo volver a andar mis catorce kilómetros diarios recordando,entre tantas cosas, el bullicio sevillano y la osada,pero simpática composición e interpretación de Joanna MacGregor.